Surrealismo

Uno de los antecedentes más importantes del Surrealismo es, sin duda, el psicoanálisis. Esta corriente de estudios reconocida por el trabajo de Sigmund Freud se encargó de delimitar uno de los más novedosos apartados de la mente, el subconsciente. Los surrealistas también se hicieron cargo de profundizar en el mundo de los sueños, uno de los campos mejor desarrollados por este movimiento artístico.

«El surrealismo no es, únicamente, “otro” movimiento artístico, sino también algo más. Es una actitud ante la vida, cuya raíz es la demanda de libertad, la voluntad de ampliar los planos de experiencia de la mente y de realización del deseo. Esa demanda de libertad está más viva que nunca en estos tiempos de crisis global generalizada, en los que podemos apreciar tantos paralelismos con el periodo histórico de entreguerras y la profundísima crisis que atravesaban las sociedades europeas cuando el surrealismo aparece en escena.» (Jiménez, 2013, p. 3)

En 1924 André Breton publica el primer manifiesto surrealista, marcando una línea en esta vanguardia, para establecer sus cimientos. Sale a la luz un espacio entre la realidad y el sueño, en busca de la renovación social. El surrealismo se vale de elementos puntuales como: la libertad, la represión, lo inconsciente y la imaginación.

«El surrealismo tal como lo concibo proclama lo bastante nuestro disconformismo absoluto para que se le pueda citar en el proceso al mundo real como testigo de descargo. Por el contrario, sólo sabría justificar el estado de completa distracción que tenemos la esperanza de alcanzar aquí abajo» (Breton, 2001, p. 69)

El surrealismo también funcionó bajo una línea política que extendió el movimiento cuatro décadas. Un año después de sacar el manifiesto surrealista Breton establece contactos con varios partidarios de la ideología de izquierda. En poco tiempo el principal propulsor de este movimiento estrechó lazos con activistas comunistas. Para el inicio de la década de los años 30 el movimiento surrealista se había extendido por toda Europa, sin embargo, tras la primera guerra mundial el carácter político que Breton quería implantar en la corriente se hizo tan evidente que alejó a varios autores. Después del estallido de la segunda guerra mundial el surrealismo terminó de desintegrarse con las fuertes oposiciones entre el arte por el arte y el arte social.

«A mediados de 1939 eran menos de 12 los surrealistas (algunos partían al exilio): Bellmer, Brauner, Domínguez, Heine, Henry, Hérold, Marcel Jean, Pastoureau, el doctor Pierre Mabille y miembros más recientes como Matta y Seligmann. Los veteranos, Péret y Tanguy. Masson se reintegraba. Entonces advino la guerra. El 21 de agosto era asesinado Trotski. En 1940 moría Heine. En cierta forma, la conflagración epilogaba una sensibilidad particular. Al partir al exilio Breton ignoraba que la búsqueda surrealista había terminado.» (Mora, 2017, p. 338)

Salvador Dalí

Fotografía de Salvador Dalí

Este autor español fue uno de los pintores más reconocidos del surrealismo. Dalí se sintió rápidamente a gusto con las directrices del primer manifiesto surrealista, sin embargo, su alcance radical redirigiría el arte vanguardista español. Desde muy joven presentó una personalidad fuerte y un especial interés hacia la mentalidad humana.

«Salvador había aprendido en su infancia a ensoñar y jugar a alterar la percepción, de modo que era capaz de proyectar sus imágenes interiores sobre el mundo exterior… Este hábito de transformar, activa y deliberadamente, la apreciación de la realidad exterior en virtud de juegos con la percepción y pseudo-alucinaciones controladas, cristalizó en una técnica clásica al servicio de imágenes inconscientes» (Iribas, 2010, p. 24)

El estilo de Dalí fue distinto al resto de sus compañeros y pronto ganó renombre entre los círculos artísticos gracias a su carácter excéntrico. Como todos los surrealistas, Dalí buscaba exteriorizar sus ideas más internas desde sus facultades como pintor con el objetivo de deformar la realidad tal y como se conocía durante la primera mitad del siglo XX.

Dalí se apoyó en psicoanálisis, se autodenominaba ‘un gran paranoico’, lo cual Freud caracterizaba como la facultad de razonar la irracionalidad, o más bien, conquistarla y manejarla.

Entre sus obras más famosas se encuentran: La persistencia de la memoria (1931), Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes de despertar (1944), El gran masturbador, (1929), La metamorfosis de Narciso (1937), Reloj bando en el momento de su primera explosión y La desintegración de la persistencia de la memoria.

Alberto Giacometti

Aunque el surrealismo se enfocó especialmente en la pintura, Giacometti fue uno de los autores más versátiles de esta corriente. Sus esculturas resultan tan nombradas como sus piezas pictóricas. Giacometti nació en Suiza en 1901, desde muy joven se interesó por el arte, viajó a París y se instaló entre los pintores más reconocidos de las vanguardias.

El surrealismo encajó perfectamente en la visión artística de Giacometti, quien siempre buscó una exploración entre la simbología y la caracterización individual humana.

«Giacometti se aplicó sin descanso a crear una obra que apunta a responder numerosas preguntas de fondo y siempre vigentes sobre la práctica artística, como los significados y mecanismos de la representación, la relación entre la obra de arte y el espacio, y el rol del arte y el artista. Pero Giacometti fue más allá, abordando cuestiones filosóficas fundamentales del ser humano, como las relaciones entre el sujeto y su entorno.» (Wiesinger, 2013, p.5)

La evolución del arte de Giacometti es evidente ya que su primera exposición se realiza cuando él tenía a penas catorce años, uno de sus primeros ejes temáticos fue el arte afroamericano, lo cual lo insertó en la línea de la deformación del cuerpo, o bien, de la concepción de lo humano a partir de su deconstrucción física.

Acosado por visiones de cabezas flotando en el vacío, Giacometti se aboca a traducir esas imágenes en esculturas. Y apegándose a la consigna de representar “una cabeza como si fuese una manzana, o cualquier otra cosa”, Giacometti excluye deliberadamente toda psicología. (Wiesinger, 2013, p. 6)

Giacometti fue expulsado del círculo surrealista en 1935 por los conflictos políticos que sostuvo Breton con varios miembros del grupo, sin embargo, esto no cambió su rumbo estético. Sus obras posteriores mantuvieron el apego al carácter onírico y un constante movimiento en armonía con los objetos de su obra.

Entre las esculturas más reconocidas de Giacometti se encuentran:  El hombre que señala (1947), Anette, La mujer cuchara (1927), Ciudad cuadrada (1948), Mujer en Venecia (1941) y El hombre que marcha (1961).

Joan Miró

Joan Miró es uno de los últimos artistas surrealistas en ganar renombre a nivel internacional. Sin embargo, antes de ser públicamente reconocido entre los estratos artísticos del siglo XX, Miró se mantuvo inmerso en esta vanguardia de la mano de Salvador Dalí, siempre mantuvo un perfil bajo en cuanto a su vida personal.

En un principio se desligó del movimiento surrealista, sin embargo, aclaró que sus principales influencias respondían a esa vanguardia dándole especial interés a la abstracción.

Los inicios pictóricos de Miró respondían a cánones del siglo XIX, como el romanticismo, pero, esta estética, nada innovadora, le costó el fracaso en sus primeras exposiciones, por lo cual, Miró se migró a París en busca de parámetros artísticos novedosos. En la primera década de los años 20 su obra se enfoca en el realismo, aunque esta etapa duró muy poco antes de que comenzara a incursionarse en las vanguardias francesas. Se denotan en su obra las influencias ateas que se palpan en la irreverencia de sus producciones.

«Es un surrealismo abstracto, opuesto al posterior surrealismo figurativo de Dalí. Su estilo cambia de un modo trascendente: el énfasis pasa del realismo a la imaginación, de la representación del mundo exterior a la penetración en el mundo interior, de la inspiración en la naturaleza a la entrega a la poesía. El realismo detallista y el cubismo son superados por una progresiva sencillez, una depuración de los elementos secundarios.» (Boix, 2010, p. 125)

Finalmente, adentrado totalmente al movimiento surrealista, Miró se centra en lo inconsciente, como muchos artistas de esta vanguardia; comienza con la experimentación, buscando lo fantástico y lo irracional con una carga de libertad visual.

«Estas visiones oníricas a menudo comportan una visión humorística o fantástica, conteniendo imágenes distorsionadas de animales jugando, formas orgánicas retorcidas o extrañas construcciones geométricas. Las composiciones de estas obras se organizan sobre neutros fondos planos (campos de color monocromo, precedentes de los fondos de Rothko) y están pintadas con una gama limitada de colores brillantes, especialmente azul, rojo, amarillo, verde y negro.» (Boix, 2010, 26)

Entre sus obras más reconocidas se encuentran: Paisaje Catalán (1981), La masía (1922), El nacimiento del mundo (1925), Pintura (1963) y Segador (1937).

Referencias

Breton, A. (2001). Manifiestos del surrealismo. Buenos Aires: Editorial Argonauta.
Jiménez, J. (1013). El surrealismo y el sueño. España: Educa Thyssen.
Mora, A. (2017). André Breton: las defecciones surrealistas. Colombia: Universidad Javeriana
Boix, (2010). Joan Miró el compromiso de un artista. Tesis doctoral. Italia. Universidad de Bellas Artes. Recuperado de https://www.tdx.cat/bitstream/handle/10803/9407/tabp1de1.pdf
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